Como cada nuevo curso, se abre ante nosotros un camino ilusionante y esperanzador. Este en especial, después de todo lo vivido durante año y medio, con la mirada y la esperanza puesta en que sea un curso de ver las sonrisas en todo el rostro y no solo en los ojos, de cambiar los choques de codo por verdaderos abrazos, de poder celebrar juntos, de mezclarnos, volver a escuchar en las aulas al lenguaje que nos ha caracterizado siempre: “toma”, “te lo dejo”, “coge el mío”.
Las circunstancias vividas han puesto de manifiesto la necesidad de estar juntos, de cuidarnos y preocuparnos por el otro. El curso pasado pusimos todo nuestro esfuerzo en ser luz, iluminar los momentos de oscuridad de los hermanos. Y además juntos, entre todos, poniendo cada uno su singularidad y aprendiendo unos de otros.
La fraternidad fue el valor que marcó nuestro trabajo, nuestra manera de actuar y de vivir. El papa Francisco, en la encíclica Fratelli tutti nos dice “El ser humano está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla no puede encontrar su plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás. Ni siquiera llega a reconocer a fondo su propia verdad si no es en el encuentro con los otros”
Hemos hablado en cursos anteriores de trabajar en nuestros colegios y en nuestras vidas por una “cultura del cuidado”, una “cultura de la paz”, por eliminar la “cultura del descarte” y el papa francisco nos habla ahora en la nueva encíclica de una cultura del encuentro. “Un estilo de vida que tiende a conformar una sociedad donde la diferencias conviven complementándose, enriqueciéndose e iluminándose recíprocamente, aunque esto implique discusiones y prevenciones. De todos se puede aprender algo, nadie es inservible, nadie es prescindible. Hablar de cultura del encuentro significa que como pueblo nos apasiona intentar encontrarnos, buscar puntos de contacto, tender puentes, proyectar algo que incluya todos. Lo que vale es generar procesos de encuentro, procesos que construyan un pueblo que sabe recoger las diferencias”. (Fratelli Tutti)
Este curso vamos a seguir profundizando en esa fraternidad que nos lleva al encuentro verdadero.
El ENCUENTRO con uno mismo. Para ello será necesario seguir potenciando y facilitando momentos de silencio y de acompañamiento en este encuentro personal, en esa interioridad que permite conocernos, cuidarnos y dar el paso al encuentro con Dios que nos transforma y nos compromete.
El ENCUENTRO con los demás supone estar abierto al verdadero diálogo, el que como dice el papa resume los actos de acercarse, expresarse, escucharse, mirarse, conocerse, tratar de comprenderse y buscar puntos de contacto.
Reconocer la dignidad y el valor del otro, sea de donde sea, piense como piense, crea en lo que crea. Pararnos y desviar nuestro camino para levantar, cuidar y curar el caído en el camino. La encíclica nos recuerda que con sus gestos el buen Samaritano reflejó que “la existencia de cada uno de nosotros está ligada a la de los demás: la vida no es tiempo que pasa, sino tiempo de encuentro”
El papa nos marca un desafío: en este momento que estamos viviendo, se podría decir que todo el que no es salteador o todo el que no pasa de largo, o bien está herido o está poniendo sobre sus hombros a algún herido. Trabajar en este sentido, tanto personalmente como con nuestros alumnos y comunidades educativas, aprendiendo y enseñando a no mirar a otro lado, a no tener miedo a lo desconocido, a la diferencia, a acompañar y ofrecer hombro, manos, cabeza y corazón. Abrirse a la diferencia, alegrarse de lo que hacemos juntos, estar dispuesto a aceptar sin prejuicios, a valorar la opinión del otro, expresar lo mío con la mayor claridad posible y buscar entre todos un consenso.
Ese encuentro con el hermano solo será posible desde la humildad. El corazón se toca cuando nos abrimos y nos mostramos como somos. Las capas, las barreras caen desde lo pequeño, desde la aceptación incondicional de lo que somos y de lo que es el otro, aprender a responder según lo que los demás necesitan.
Y desde esa humildad surge la amabilidad, el trato tierno, cariñoso, la palabra amable que cura, que anima, que libera y transforma. Poner en el centro de nuestras vidas ese amor que viene del Padre.
El amor al otro por ser quien es nos mueve a buscar lo mejor para su vida. Solo en el cultivo de esta forma de relacionarnos haremos posibles la amistad social que no excluye a nadie y la fraternidad abierta a todos. (Frateli tutti)
El ENCUENTRO con la naturaleza, tenemos el ejemplo en San Francisco de lo que es sentirse parte de ella, de hacerse hermano, hermana de cada ser que la forma. Tenemos que seguir trabajando en ese cuidado del mundo que no solo pasa por tenerlo presente en nuestras programaciones y reflexiones, sino tenerlo en nuestros hábitos y formas de vida.
El curso pasado nos apuntábamos al pacto educativo global que suponía poner a la persona en el centro y educar para el servicio siendo creativos y poniendo en ello nuestro mayor potencial. Un servicio que sirve a personas, que las mira de frente, siente su dolor y busca su promoción.
Aceptamos el reto y eso supone un trabajo diario, una reflexión constante de lo que hacemos, cómo lo hacemos, para qué y porqué lo hacemos.